Para todo aquel que no lo sepa, la alquimia es una
pseudociencia que perseguía la transmutación de los metales en oro y la panacea universal, un medicamento
mítico que curaría todas las enfermedades y prolongaría indefinidamente la
vida. En resumen, una ciencia puramente destinada al enriquecimiento personal y
la salud eterna. Sin embargo, pese
a su supuesto origen oscuro la alquimia fue una de las grandes precursoras de
las ciencias modernas, especialmente la metalurgia y la química.
En definitiva los alquimistas estudiaban las propiedades y
los temperamentos de todas las cosas; a parte de los minerales se interesaban
también por restos de seres vivos:
huesos, plumas, pelos, excrementos etc. Creían fervientemente que
sometiendo la materia a determinados procedimientos (sublimación,
calcinación,
liquefacción…)obtendrían una sustancia natural llamada “elixir”, que en
cierta cantidad tendría el poder de transformar en oro puro metales como el
plomo, el estaño o el cobre. Sin
embargo, muchos autores musulmanes del medievo dieron a la alquimia un
significado mucho más amplio. En algunos títulos, la expresión Kimiyá alsa´áda, deja a un lado la
metamorfosis de los metales e implica más una idea de transmutación del alma
humana en pos de la felicidad eterna.
No se conoce con exactitud el origen de la alquimia, ya que se
encuentran referencias tanto en el pensamiento griego, como el hindú, el chino
y el árabe. Lo que sí está claro, es que con los viajes de los andalusíes por
Oriente esta ciencia sagrada llegó pronto al territorio español, donde se
desarrolló sobremanera la Alquimia Vegetal que es, a grandes rasgos, el origen
de la homeopatía y la terapia floral.
Se basa en la creencia de que salud y enfermedad provienen de una misma
raíz, es decir, creen que lo que nos hace enfermar también debe curarnos. Es
por eso que se basa en el uso de plantas medicinales para curar por símiles, y
no por opuestos como hace la medicina alópata tradicional, aunque ésta última
también se desarrolló en la península.
Gracias a gobernantes como Abderrahman III, cuyo reinado
supuso una época de paz y sobre todo de conocimiento, surgieron grandísimos
eruditos como Ibn Habib, el primer andalusí en publicar un
libro de alquimia, “Compendio de medicina”.
Pero esta escuela medicinal, que
ya el propio Hipócrates señaló como preferible según su experiencia, se desarrolló unas veces a la luz del
día y otras en medio de la mayor prudencia y hermetismo posibles.
Porque ese amor a la tolerancia y al conocimiento
se vino abajo con gobernantes como el oscuro Almanzor, aquel bárbaro militar
que destruyó los valores que los grandes califas eruditos habían implantado con
la constitución del Califato andalusí. Los alquimistas, perseguidos y
castigados, se repartieron por los reinos de taifas, divulgaron sus
conocimientos desde la clandestinidad y no fueron pocos los grandes sabios que
dejaron la huella de su pertenencia alquímica: Ibn Masarra, Ibn Yulyul,
Averroes, Avempace, Ibn Tufayl, Al Bitruyi, Maimónides, Ben Ezrá, Ibn al Jatib,
Ibn Sabáin, y un largo etcétera cuyos libros son auténticos vademécum
homeopáticos.
Pero, ¿por qué no se reconoce el papel tan
fundamental que jugó Al-Ándalus en el origen de una técnica tan de moda en la
actualidad?
Samuel Hahnemann, que es considerado el fundador
de la homeopatía en el s. XVIII, se sirvió solo de una pequeña parte de los
conocimientos alquímicos de los andalusíes para que no lo persiguieran. Sí, así nos han limitado los absurdos y
brutales prejuicios que la inquisición nos ha dejado contra un mundo que ni
siquiera conocemos.
Aún así, muchos eruditos a lo largo de los siglos
han cultivado los criterios de curación por símiles y, a día de hoy, la
homeopatía prevalece y cuenta con gran reconocimiento en todo el mundo. Es una medicina que no va solamente al cuerpo,
sino también a la mente y al mundo emocional. Es decir, la medicina alópata se
centra en el efecto mientras que la homeopática va a la causa, personalizando
los remedios en el llamado “terreno del paciente”. Es la medicina del alma de la que ya hablaban Pitágoras y
Maimónides, y que dicho alto y con
orgullo, creció y se desarrolló en nuestro Al-Ándalus.
Uno de los artículos más interesantes que he leído. Me ha gustado mucho el enfoque de la alquimia vegetal como predecesora de la homeopatía y desconocía la técnica de curación por símiles. Es un tema que da mucho juego y lo relacionas muy bien con la actualidad.
ResponderEliminarUn post muy completo, bien argumentado y ameno. Enhorabuena.