sábado, 7 de junio de 2014

Los Aromas de Al-Ándalus


Una serie de escenografías cinematográficas y de ingenios olfativos son la pequeña muestra de la gran riqueza de los productos aromáticos que se utilizaban en Al-Ándalus. Se trata de una exposición itinerante creada por la Fundación de Cultura Islámica y La Caixa que a lo largo del mes de mayo podrán ver en el Caixaforum de Madrid y que recomiendo para cualquier interesado en este aspecto de la cultura andalusí. Coincidiendo con este evento he decidido dedicar esta entrada a los aromas que impregnaban las calles de Al-Ándalus, cuyos habitantes daban al aspecto personal una importancia casi tan alta como la que le otorgamos en la actualidad.


La refinada sociedad andalusí fue amante de los paisajes y los jardines, de ambientes perfumados y de comidas sazonadas. Este hedonismo se manifestó muy particularmente en un especial gusto por los cuidados estéticos corporales y por el cultivo de la poesía de temas florales, como un intento de plasmar literariamente la belleza contemplada en la naturaleza.
Esta inclinación por los productos aromáticos hizo que en todos los rincones del mundo islámico, los perfumes y ungüentos corporales tuvieron una presencia sumamente notoria. En la tradición del Islam se recuerda que formaban parte de los elementos más apreciados por el Profeta Muhammad, pues el perfume ejerce un efecto saludable en el mantenimiento de la salud corporal.
Los perfumes eran de uso generalizado en todas las clases sociales según sus posibilidades, y tanto hombres como mujeres los usaban en gran cantidad. Sentían una gran predilección por las esencias a base de limón, de agua de rosas y de violetas,  y también por los perfumes de azafrán, almizcle, jazmín, ámbar de distintos tipos (gris, natural, desmenuzado o molido, o negro), aceite de violetas, jabones aromáticos... Todo ello se conservaban en frascos de vidrio y cristal.

Se creía entre los andalusíes que los perfumes tonificaban el cerebro y los órganos sensoriales, y según la época del año  utilizaban unos productos u otros. Por ejemplo, los perfumes apropiados para la primavera (meses ya de por si aromáticos dada la floración), eran preferentemente el almizcle y las algalias, aunque los expertos también recomendaban para esta estación del año la inhalación de flores aromáticas, como azahar, toronja, alhelí, narciso, valeriana, lirio, jazmín, menta, serpol, albahaca,  los perfumes de  ámbar, incienso, almáciga, y madera india.

Los andalusíes también se preocupaban mucho de su aliento, tratando que siempre estuviera fresco, y estos esfuerzos se han podido observar en la gran cantidad  de técnicas para combatir el mal aliento que se han descubierto en los recetarios médicos. Se evitaba la ingesta de ajos y cebollas y empleaban pastillas perfumadoras a base de clavo, nuez moscada, almástiga, madera de naranjo y de cilantro, añadiéndose jarabe de cáscara de toronja, entre otras recetas.


Esta herencia de al-Andalus, inédita hasta ahora y apenas perceptible, de perfumes y sabores que resultan familiares, subyace en la  profundidad de nuestro inconsciente colectivo, esperando resurgir al producirse el estímulo del recuerdo.

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