Para los musulmanes el agua estaba presente en todas partes,
en las curtidurías y alfarerías, en los baños públicos, en el entorno de las
mezquitas, así como en las propias casas y huertos.
Los lugares destinados al baño, bastante numerosos, ocupaban un lugar destacado
en la vida cotidiana de la población andalusí. Los había públicos y privados,
lujosos y humildes, pero todos proporcionaban a sus usuarios la necesaria
higiene personal y espiritual, además de ser lugares de encuentro y reunión.
Hombres y mujeres se alternaban en su uso y disfrute siendo esta actividad una
de las escasas oportunidades que la mujer andalusí tenía para relacionarse y
salir del entorno doméstico.
Están divididos en una serie de estancias en las que la temperatura
varía de forma progresiva. La diferente temperatura se consigue mediante una
conducción subterránea de aire calentado por grandes calderas de leña. Las
bóvedas horadadas por lucernas de formas geométricas proporcionaban luz,
creando un ambiente tenue y acogedor. Se abrían y cerraban para regular el
vapor de las salas.
Con frecuencia los baños se abastecían del agua de los aljibes (depósitos de
agua para consumo vecinal). En el barrio del Albaicín de Granada se conserva
casi intacta la red de aljibes andalusí que se mantuvo en uso hasta la
instalación del agua corriente en los años cincuenta.
El hammam era
lugar de reunión pública; por las mañanas abierto a los hombres y por las
tardes reservado exclusivamente a las mujeres. Suponía un acontecimiento social
como hoy podrían serlo las reuniones sociales en un selecto club. Muchas de las
intrigas políticas que cambiaron el rumbo histórico de al-Andalus se gestarían
en algún baño, así como muchos enredos amorosos y cotilleos públicos saldrían
de estas reuniones.
Los baños fueron muy numerosos en al-Andalus. En cada
ciudad, aparte de los privados,
había un gran número de baños públicos. Se calcula que debió haber de 300 a 600
en la Córdoba del siglo X, y también debió de haber muchos baños en Granada,
Sevilla, Jaén, Toledo, Valencia y otras ciudades, a juzgar por lo que van
revelando las excavaciones arqueológicas.
El papel del baño en la concepción islámica es esencialmente
el de la limpieza, o de purificación de la suciedad, ya que el devoto musulmán
no puede acudir a su mezquita ni cumplir con sus oraciones preceptivas sin
haberse limpiado antes, esencialmente con agua.
A parte de los baños, los musulmanes utilizaban gran
cantidad de productos destinados
el embellecimiento personal. Pastas depilatorias, alheña (henna) para
teñir el cabello o decorar manos y pies, sulfuro de antimonio para el perfilado
de ojos y así realzar la mirada, gomas de mascar para perfumar el aliento,
corteza de nuez para tintar labios y encías…constituían un auténtico arsenal
cosmético para el cuidado y la belleza de la mujer andalusí.
En la actualidad pueden visitarse muchos de los baños que se construyeron en la época, y algunos han sido reformados y puestos en funcionamiento. Además, muchos de los productos estéticos de los anteriormente nombrados, como la henna o las pastas depilatorias siguen utilizándose con composiciones esencialmente iguales a las de los siglos de invasión.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias, Marta. Este post está muy bien escrito y la información que expones es clara y concisa.
ResponderEliminarEl tema de los baños es muy interesante. Los hammams eran, como bien has dicho, lugares de reunión y ocio y constituyen uno de los grandes legados de la cultura andalusí.
Creo que es el primer artículo sobre los baños que leo este curso y te animo a que investigues un poco más sobre los amoríos y traiciones que se desarrollaron en este ambiente; te sorprenderás.